La industria no sólo ocupa este lugar por las terribles condiciones en las que se da la producción de las prendas, a esto se le añade la lenta descomposición (algunos materiales pueden tardar siglos), la alta producción de residuos, el proceso de producción de las fibras y los químicos con los que son tratadas en la elaboración de los atuendos.
Asimismo, según la Environmental Justice Foundation, para fabricar un par de jeans se necesita un kilo de algodón, lo que implica a su vez entre 10.000 y 17.000 litros de agua. Las cifras indican que el 2,6% del consumo de agua en el mundo está destinado en los cultivos de algodón, y el 80% de este consumo proviene de India y Uzbekistán. De la misma forma, los tintes de la industria textil también implican un gran consumo de agua, aproximadamente 200 toneladas por una tonelada de tejido. Una consecuencia directa de este abuso del agua es que los océanos se están volviendo más ácidos mientras que los bosques y la biodiversidad se reducen cada vez más.
El inicio del problema: las fibras
La producción de prendas hechas de poliéster, la fibra más usada en el mundo, requieren de 70 millones de barriles de petróleo, lo que implica un proceso de extracción nociva para los ecosistemas terrestres y acuáticos, grandes cantidades de agua en la producción y un largo proceso de descomposición, más de 200 años.
Por otra parte, la producción de prendas hechas de rayón, viscosa o lyocell, realizadas a partir de celulosa, una fibra artificial de hilo que proviene de la pulpa de madera, bambú y la borra de algodón, implican que 70 millones de árboles sean talados cada año.
Incluso las fibras naturales como el algodón implican altos niveles de contaminación. El algodón necesita más de 5.000 galones de agua en su producción y es el cultivo que más necesita plaguicidas, el 24% de todos los insecticidas y el 11% de los pesticidas en el mundo. Además, se estima que el 20% de los tóxicos que se vierten al agua provienen de la industria textil.
Las toxinas en la moda y el agua

Los efectos de estos químicos no se conocen con certeza; sin embargo, al llegar al agua se transportan a los animales y humanos, y la insalubridad que generan causa alrededor de 2.2 millones de muertes al año.
Además, estudios han demostrado que los pesticidas, utilizados en los cultivos de algodón, pueden actuar como veneno ante las células placentarias y un disruptor endocrino. Se estima que otras enfermedades como la dermatitis y la Sensibilidad Química Múltiple se relaciona con estos químicos.
Asimismo, un estudio de GreenPeace evidenció que en las prendas se encontraron sustancias que se califican como “muy tóxicos” para la vida acuática además de sustancias como ftalatos o colorantes azoicos que pueden liberar aminas cancerígenas.
La moda rápida y sus despojos
La seducción es casi irresistible: la industria está diseñada para que se compre lo máximo posible en un mínimo de tiempo, al hacer sentir a las personas fuera de moda en menos de una semana; la ropa está diseñada para dañarse en poco tiempo; y los descuentos no son descuentos.
La moda rápida puede considerarse uno de los aspectos más perjudiciales para el ambiente en los últimos tiempos. La sociedad, basada en el consumismo, compra, usa y bota demasiado rápido.
Además, los residuos no reciben un trato apropiado y en la mayoría de las veces no van a parar en los basureros locales, sino que las montañas de ropas de poliéster -con su largo proceso de descomposición- van a parar a basureros en otros países, sobre todo en los africanos.
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